Cada vez son más las voces que se escuchan clamando por un horario europeo: Jornadas laborales de 9 a 5, pequeño corte de una hora a eso de las 12,30 para el almuerzo, cena sobre las 7 y prime-time televisivo que comience a las 8. Mucho pedir , me parece a mí, tras tantos años de desconcierto horario.
Ahora comienzan a contarnos, que hubo un tiempo en que nos encontrábamos en perfecta armonía con Europa, y fue sólo en la época de las vacas flacas, muy flacas, cuando se inventó el pluriempleo, o dicho más de acuerdo con nuestros tiempos, el doble trabajo "part-time", porque las circunstancias obligaron a nuestros abuelos a partir su jornada laboral y por tanto, retrasar la hora de la comida y de la cena, para darse un respiro y meterse algo entre pecho y espalda para aguantar el tirón. Y es cierto que me viene a la memoria batallitas contadas en mi casa, donde se hablaba de que la comida se hacía a las 12 y la cena también temprana e , ingenua de mí, siempre pensé que se trataba de un esnobismo o manía familiar. Al divorcio horario con nuestros vecinos parece que también contribuyó Franco, en uno de sus caprichos fachosos, haciéndonos compartir con la Alemania hitleriana su franja horaria en lugar de con quien en verdad nos correspondía, es decir, británicos y portugueses...Ya se sabe, con los aliados, ni la hora.
Y henos aquí, muchos años después, hechos un batiburrillo de costumbres, horas solares, horarios escolares incompatibles con los laborales, programación televisiva tardía, niños en actividades extra-escolares hasta las tantas...y ojeras que nos dan siete vueltas a pequeños y mayores.
Porque si hay algo que nos caracteriza a los españoles es la facilidad para complicarnos la vida.
En los colegios y hospitales lo tiene claro. Con Europa a muerte. Si te tienen que tomar la temperatura, a las 6 de la mañana te meten el termómetro en el alerón, caiga quien caiga. Y cuando comienzan a llegar las visitas, te sirven el caldo de pollo y el pescado pálido que llaman cena, para que se corten y vayan desalojando.Y con los peques te lo ponen fácil al plantarlos en la acera a eso de las 4 y convertir a los padres en la red de empresarios domésticos más extensa del mundo mundial, fomentando el servicio de cuidadoras inmigrantes y estudiantes, o el más extendido, de abuelos explotados.
Pero salvo en el terreno de la educación y la sanidad, el resto de los sectores no está por el cambio.
Aquí de las oficinas no pone nadie un pie en la calle antes de las 7 o las 8. Y si lo pones, atente a las consecuencias. Da igual que en tu contrato hayas firmado trabajar de 9 a 5,30. Está mal visto que una cumpla su horario, y si lo hace, en el momento de crisis será el primero que se vaya a la calle. Olvidamos que a muchos de nuestros jefes les encantan las comidas de trabajo. Esas de las que regresan a la oficina a la hora que tú debes marcharte, después de haberse dado un atracón y fumarse un puro con tu vida. Y lo peor es que llegan con nuevas ideas que hay que poner en marcha en ese instante y no se pueden dejar para mañana. Así que a tragar.
Por todo ello, yo voto por un horario europeo por decreto ley. Y aquél que se quede en la oficina un rato más, que reciba una descarga eléctrica al abrir el ordenador o le caiga un rayo al convocar una reunión urgente. Y si es que hay mucho trabajo que sacar adelante, que se contrate a más gente de 9 a 5,30. Quiero ver a los padres, y cuando digo padres, me refiero a los dos, recogiendo a los niños del colegio, haciendo pariproflexia japonesa, aprendiendo a tocar el saxo, estudiando chino o paseando al chiguaga. Que vivan, además de trabajar. ¿Una quimera? No. Este verano en Dinamarca tuve serios problemas hasta para comprar un souvenir después de las 5. Tenemos que aprender a respetarnos empezando por nosotros mismos. ¿Para qué trabajar de 9 a 2 y de 5 a 8? ¿Alguien tiene tiempo en las grandes ciudades de ir a casa a comer? Antes, por lo menos, la gente se iba a comer con los cheques-restaurantes o sus propios billetes, pero ahora se quedan en la ofi con el "tupper" sacando un par de horas extras para llegar a los objetivos, mientras el jefe se gasta su "no aumento" de sueldo en copiosas comidas, con chupito incluido. Desayunaríamos en casa como Dios manda, y no nos tomaríamos el café de un lingotazo esperando hasta las 11,30 para la hora del bocadillo sin desfallecer en el intento, almorzando a las 12 ya sea de tupper, o lo que la crisis nos depare.
Tendríamos tiempo para hacer una cena saludable a eso de las 7,30. Y luego, relajarnos viendo la tele, leer un buen libro, charlar o...lo que se tercie.
Y si somos la tercera potencia en turismo, y deseamos continuar siéndolo, dejaríamos de despistar a los visitantes con nuestos horarios extravagantes y matarlos de hambre con restaurantes que abren a las 9 o 9,30 y si vas a estas horas estás más solo que el tato.
Pero sobre todo, comprender que este horario , desde mi punto de vista, sólo nos lleva a la esclavitud laboral. Y ya sé que hay gente que no sabe hacer otra cosa que trabajar, pero para todos los demás, la vida nos reserva muchas cosas interesantes. Por ejemplo, tiempo y libertad.
Y ya vale de escudarse en estereotipos de que cómo en España no se vive en ningún sitio, etc...
Somos el único país del mundo con este desaguisado horario. Está claro que todos pueden estar equivocados, pero al menos, cabría una pequeña reflexión sobre nuestras costumbres.
Porque nadie es perfecto.
Esto completamente de acuerdo en que nuestro horario es una locura.Ya cuando mis hijos eran pequeños intenté cambiar el hrario de nuestras comidas para adaptarlas al colegio de los niños , pero fue imposible. Me hace gracia eso de la conciliación , porque no hay manera .
ResponderEliminarYo estoy contigo en lo del cambio de de horario español.
y yo
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