viernes, 27 de febrero de 2015

EL ARTE DE LA GILIPOLLEZ

Acaba de inaugurarse ARCO, una de las ferias de arte contemporáneo más importantes del panorama internacional, a juicio de los organizadores, y ya comienzan a lanzarnos las primeras imágenes de la selección de obras que se darán cita en tan exquisito evento.
Lo primero que invade nuestras retinas es la instalación de un vaso de agua medio lleno, o medio vacío, según los ojos del observador, del artista argentino Wilfredo Prieto, que cuesta la bonita y nada desdeñable cantidad de 20.000 euros.
La primera pregunta que me asalta es ¿Por qué es arte si lo hace él y una gilipollez si lo hacemos nosotros? ¿Porque él es un artista y nosotros gilipollas? ¿O los que son gilipollas son los que lo consideran arte? Y ya no digo nada de quien lo compre. Por unos centimillos de ná, me cojo yo un vaso duralex, lo lleno de agua, lo plantifico en mi salón y me quedo tan ancha. ¿Porque el agua que contiene es de Lourdes o del Manantial de la Eterna Juventud? ¿Porque el vaso es de los Omeyas o está soplado en Murano por Leonardo da Vinci? O, ¿porque el mercado del arte es más mercado que arte?
Así pasa lo que pasa. Que ya en varias exposiciones han llegado los del servicio de limpieza y han barrido y eliminado algunas obras de arte. Y no es broma. Acreditado está. Os dejo una reseña sobre un suceso que aparece en el diario "El País":

"Una mano de estropajo que vale 800.000 euros. Al considerarla sucia y tratar de adecentarla, una empleada de la limpieza del museo Ostwall, en Dortmund, dañó una obra tasada en dicha cantidad. Se trata de una torre de 2,5 metros montada con tablas de madera por el artista alemán Martin Kippenberger, que la completó colocando una artesa de goma negra entre sus cinco pies. A la limpiadora le pareció que la capa de una "sustancia clara" que cubría la artesa debía ser mugre acumulada desde su creación en 1987. Creyendo que cumplía su obligación, la subcontratada dedicó un buen rato a fregarla.
La portavoz del ayuntamiento de Dortmund Dagmar Papajewski no cree que pueda "recuperarse el estado original de la obra". Es un préstamo de un coleccionista que no quiere ser identificado. Por fortuna para el Ostwall y para la limpiadora, la pieza está asegurada. La indignación de Kurt Wettengl, director del Ostwall, es comprensible, porque la reputación de su Museo será más difícil de limpiar.
La compañía de seguros ya ha sido informada del caso, sucedido el 20 de octubre pasado. Los peritos creen que el único daño sufrido por Cuando empiece a gotear a través del techo (Wenn's anfängt durch die Decke zu tropfen) es la pérdida de la pátina clara que cubría los bordes y los lados de la artesa. Muchos verán en este suceso la confirmación de sus prejuicios contra el arte contemporáneo. Pero la obra está asegurada en 800.000 euros y, como sabe cualquiera que haya tratado con una multinacional de seguros, éstas se cuidan mucho de regalar nada cuando tasan los bienes de sus clientes.
Se plantea preguntas delicadas: ¿Se puede seguir exponiendo la obra? ¿Está completa? ¿Habrá que advertir al visitante del museo de la pérdida de la pátina en la palangana? ¿Devolverle el dinero de la entrada si se siente decepcionado? De momento, permanece en la exposición. Su autor murió en Viena en 1997. Nació en 1953, precisamente en Dortmund.
La empresa de servicios de limpieza contratada por el museo no se explica cómo pudo suceder. Aseguran que los encargados de la limpieza tienen instrucciones de no acercarse a las obras a menos de 20 centímetros"

Y ya había precedentes, como narra Martin Gayford, crítico de arte de la Universidad de Oxford en el siguiente artículo:

"¿Cómo puede alguien confundir una valiosa obra de arte con basura?, se preguntará usted.

Bueno, acaba de suceder, y no es la primera vez. Semanas atrás, un tribunal londinense adjudicó 350.000 libras (U$S 685.248) en concepto de indemnización y costas a Ofir Scheps, un coleccionista suizo que había dejado una escultura de Anish Kapoor en una empresa especializada en guardar obras de arte, Fine Arts Logistics.

Scheps había dado instrucciones para que retiraran la obra — "Hueco y vasija II" (1984) y se encargaran de tenerla en depósito después de comprarla en Christie's en 2004. A los tres meses, no podían encontrarla.

El juez que actuó en el caso, Nigel Teare, señaló: "Es opinión del gerente general de Fine Arts Logistics que 'Hueco y vasija II' fue colocada por error en un container y destruida en una terminal de traslado de residuos".

¿Fue un error lamentable, aunque irrepetible por cierto? Tal vez no. Hay un patrón. El año pasado, el director del Museo de Arte Moderno Reina Sofía de Madrid reveló descaradamente que su institución había perdido el rastro de una obra de 38 toneladas del escultor estadounidense Richard Serra, quien realiza lo que podría definirse como arte heavy-metal.

La obra —"Equal-Parallel/ Guernica-Bengasi" formada por cuatro bloques macizos de acero— había sido encargada en 1986 y trasladada para su exhibición en 1990. Como era demasiado voluminosa para las salas de depósito del museo, fue enviada a un especialista en almacenamiento.

Más bien demasiado tarde, el Reina Sofía descubrió que la empresa en cuestión había quebrado en 1998 y que no había más rastros del Serra. Todavía no se han perdido todas las esperanzas, pero existe el temor de que la pieza haya sido, ejem, reciclada.

Estos errores pueden muy bien ser inocentes. Después de todo, los empleados que hacen los traslados y los individuos de criterio práctico podrían no saber mucho sobre arte pese a reconocer chatarra cuando la ven.

Por otra parte, estos errores podrían no siempre ser accidentales. En algunos casos, podemos hallarnos ante una crítica de arte práctica.

Tal parece ser, al menos, la lección de un caso similar famoso en Alemania en la década de 1980. El gran Joseph Beuys había instalado una obra en su oficina en la Academia de Arte de Düsseldorf. Tenía la forma de un "Feettecke", o sea "Rincón de Grasa": 2 kilos y medio de manteca aplicada sobre la parte superior de una pared.

Cuando el dueño de la obra, el ex asistente de Beuys, Johannes Stutgen, fue a retirar su propiedad en 1986 después de la muerte del artista, descubrió los restos de "Feettecke" en un papelero.

Los directivos de la academia le explicaron que el portero "no reconoció la obra de Beuys como un objeto artístico".

¿Estaría usted del lado del portero y de los empleados de limpieza? Stuttgen, por su parte, consideró que "Rincón de Manteca" había sido "derribado a propósito y con plena conciencia". Demandó a Westfalia, estado de Renania del Norte, y a los propietarios de la academia, con lo cual ganó 40.000 marcos alemanes (unos US$ 22.000) por daños y perjuicios.

En la actualidad, por supuesto, ese error —o comentario— habría resultado mucho más caro.

El caso ocupó en ese momento la primera plana de los diarios de Alemania. Dario Gamboni, autor de "La destrucción del arte" (1997), un estudio sobre el vandalismo, señala que "algunos periodistas, y la mayoría de los autores de cartas de lectores, se pusieron de parte de los empleados de limpieza".

Los periodistas, por supuesto, son culpables de considerar que estos casos son divertidos. Algunos suelen ser responsables de alimentar la furia contra el arte, que es la irritación generada por las manifestaciones de vanguardia. Allí podría estar la causa de algunas de estas afrentas.

Gamboni definitivamente sospecha que hubo malicia en el caso de tres piezas de Beuys arruinadas en 1973 cuando el museo donde estaban siendo expuestas fue dado en alquiler al partido Social Demócrata para una función. Como colofón, una obra de Beuys, cuyo principal componente era una bañera, fue usada para enfriar botellas, lo cual sin duda implicó deterioro"


Y luego que vengan los artistas y los comisarios de la exposición a protestar por el "fregao".
Dicen, que ante la epidemia de desaguisados, se están planteando contratar doctorados en Historia del Arte Contemporáneo de Harvard, Oxford y otras universidades de prestigio para pasar la mopa en galerías y museos, ya que son los únicos capaces de discernir el arte de la basura. Y aún así, mantendrán una comisión de expertos permanente para consultas complejas. Y es que es complicado.
Porque lo mismo que te tiran una pieza única al vertedero, hay expertos que se deshacen en elogios ante un simple embalaje, que lo sé de buena tinta...

Pero es que ya se sabe. Nada es perfecto. Ni siquiera el Arte.

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