Respeto mucho las creencias religiosas del Sr. Gallardón y su postura contra del aborto, al igual que las de todos aquellos que están a favor. Pero lo que no me parece tan respetable es que algo que debería pertenecer a la esfera íntima y personal de cada uno se trate de imponer al resto por la vía legal, abusando del privilegio de ocupar un puesto político, y en especial, cuando la Constitución española recoge expresamente que nuestro Estado es laico y aconfesional. ¿Qué vendrá después? ¿La reforma de la Ley del Divorcio? Porque el matrimonio es indisoluble ante lo ojos de Dios (bueno, y ante el Tribunal de la Rota si te concede la gracia divina por delegación celestial y alguna prestación económica, para qué vamos a andarnos con tonterías) Y ya puestos, ¿por qué no ilegalizar el matrimonio civil, que ni es matrimonio ni es "ná" porque no está bendecido por la santa Madre Iglesia...
Es como si Díaz Cañete, a la sazón, Ministro de Agricultura, además de obligarnos a comer los yogures caducados porque a él se la repanfinfla, se hiciera vegetariano y por ello nos impusiera una Ley vegana, que salvo algunos supuestos como carencia de hierro o alguna proteína y vitamina, pero en cualquier caso, sólo por prescripción facultativa, estaríamos autorizados a consumir carne.
¿Y qué pasaría si llegaran a Ministro políticos de religiones diversas y, como Gallardón, quisieran hacer de sus creencias una Ley general? Cabe la posibilidad de que se hiciera con el Ministerio de Educación y Cultura un creacionista, ya sabéis, que defienda una explicación del origen del mundo basada en uno o más actos de creación por un dios personal, y eliminara por decreto de los libros de nuestros hijos la teoría de la evolución y la carrera de Biología. O si el Ministro de Sanidad de turno, fuera miembro de los Testigos de Jehová quizá tendría la idea de prohibir las transfusiones sanguíneas porque lo manda su religión. Pero ahondando más en el tema de las creencias, imaginad por un momento que un musulmán llega a Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, y decide que según reza en sus leyes no está permitido comer cerdo ni beber vino y de un plumazo se carga toda la industria porcina y vinícola del país. ¿Y qué pasaría si este ministro profesara la religión hinduísta? Pues que las vacas serían intocables y aquí todos añorando aunque fuera un mal filete de ternera sin que nadie pueda decir ni "mú".
También puede darse el caso de que un día tuviéramos un Ministro de Cultura budista que decidiera eliminar todas las fiestas populares porque según se recoge en su decálogo de mandamientos: el budista no participará de diversiones mundanas.No concurrirá a presenciar aquello que excite sus sentidos o que
tienda a rodearlo de un ambiente materialista, porque la seducción de la
mundanalidad es capaz de hacerle olvidar su falsedad e irrealidad.
Deberá permanecer solo y sereno, meditando en cosas elevadas, libre de
los enredos de los sentidos.
Por si fuera poco, no sería extraño que un seguidor de la religión judía alcanzara el puesto de Ministro de Industria y decidiera cerrar todas las hamburgueserías, pizzerías y restaurantes italianos del país, o al menos, hacer una ley restricitiva de sus cartas porque no les está permitido mezclar carne con cualquier derivado de la leche, osea,
no se puede comer un cheeseburger (queso con hamburguesa), lasagna de
carne (carne y queso) o pizza con carne.¿Y qué comida basura nos queda? Y ya la confusión suprema llegaría con el Ministro de Trabajo que, dependiendo de sus preceptos respectivos, serían festivos los viernes (musulmán) los sábados (judíos) o los domingos (católicos). Desconozco si los budistas, los hinduístas, y el resto de las confesiones tienen un día diferente de celebración, lo cual sólo serviría para aumentar el caos.
Y ya puestos a imaginar, podría darse el caso extremo de que llegara un talibán al gobierno, y nos cubriera a las mujeres de la cabeza a los pies con solo una ranurita para mirar, nos expulsara de los colegios, de las universidades, de los trabajos y nos encerrara en casa, que destruyera todas las imágenes y obras de arte...Eso sí, todo por vía legal. Es lo que pasa cuando la religión se confunde con la política. Y encima se tiene la mayoría absoluta. Así que a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. Y si quiere usted rezar y ser un buen cristiano, Señor Gallardón, póngase un altarcillo en casa, o si me apura en el Ministerio, pero no nos haga comulgar con Leyes de molino.
Porque nadie es perfecto, pero usted se cree Dios.
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