sábado, 3 de agosto de 2013

DESENTÁLLATE!!!

Nos engordan y nos adelgazan. Todo depende del lado del mundo donde nos haya tocado vivir. Puede que te metan a los 10 años en una granja de engorde para cebarte como un pavo y así encontrar un buen marido. O puede que te sometan a la presión de mostrarte a diario modelos esquéleticas y planas, portadas de revistas con personajes de la vida pública que por haber cogido unos kilos de más son calificadas como "Menganita de tal, Irreconocible", utilizar el photoshop hasta la extenuación ,creando una raza esbelta y muchas veces ridículamente falsa, radicalmente diferente a la gente normal. En cualquier caso,están decidiendo por nosotras cuál es el ideal de belleza a seguir, promoviéndolo y convirtiéndonos en un objeto de consumo, cuyo valor está de acuerdo a unos cánones inventados por el mercado. 
 Por eso, mi consigna de rebelión va para movilizar a las mujeres. No dejes que tomen las medidas por ti. Rompe con los moldes. DESENTÁLLATE!!!

Con este gesto de esperanza, escribí el siguiente relato para el concurso "Vístete de Autoestima", organizado por la Plataforma Motivos para dar la Talla y el Diario La Vanguardia. Con tan buena suerte, que resultó ganador en la categoría de lengua castellana, y que a continuación quisiera compartir con vosotros.

 DESENTALLADA
Sara ya no mira las calorías que figuran en los envases. Hace tiempo que las acelgas y las manzanas dejaron de ser la base de su dieta.
Comienza a comprender que la decisión de hacerse vegetariana era una manera de intelectualizar un problema, pero no una decisión libre y reflexionada.
Ya no se siente culpable si alguna tarde no acude a yoga o coge el metro en lugar de usar la bici.
Tampoco se engaña pidiendo en las tiendas una talla 36,  tratando de embutirse en ella. Ni se quita kilos cuando habla con las amigas, en un vano intento de resultar más liviana a las miradas ajenas. Y eso de ponerse de puntillas en la balanza para aligerar el peso, es historia.
Ya no elige entre cenar o tomar una copa. Ni bebe el agua por litros para llenarse el estómago y ahogar el hambre. Ni llora en silencio tras haberse provocado el vómito en un momento de desesperación.
Ya no come sola, como hacía, para evitar las críticas sobre su endeble alimentación y el sentimiento de culpabilidad de haber introducido en su cuerpo unos gramos más que algunos de los comensales que la acompañan.
Sara ya no se compara con la gente por la calle, escudriñando su peso. Ni se detiene a mirar las portadas de las revistas, sintiéndose el ser más obeso del mundo.
Todo cambió el día que mirándose por enésima vez al espejo, contemplando su enorme masa corporal, un pequeño flash, quizá un momento de lucidez, le devolvió una imagen esquelética y triste.
Su verdadera imagen.
Fue entonces cuando descubrió que dar la talla le estaba costando la vida, y decidió ser para siempre, una “desentallada”.
Por eso, Sara ya no cuenta las calorías que figuran en los envases.


Espero que, como Sara, muchos de los que se encuentren esclavizados por un ideal de imagen , comprendan un día que se acabó el tener que dar la talla que otros nos marcan. Porque no hay un modelo único.
Porque nadie es perfecto.

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